lunes, 10 de septiembre de 2012

Arequipa

 
Plaza de Armas de Arequipa.

Al llegar a la estación de buses de Arequipa, nos abordó una chica preguntándonos si deseábamos habitación.

Plaza de Yanahuara, con el Misti al fondo.

 Era temprano y decidimos ver lo que ofrecía.
Nos dirigió a una pequeña oficina situada justo en una de las salidas de la estación y un señor que respondía al nombre de Víctor, nos mostró unas fotografías de las habitaciones en cuestión.
Por 70 Soles, con desayuno incluido, aceptamos probar una noche en su hostal, el Andes House.
Vistas desde el mirador de Yanahuara.















Aunque la habitación no fuese la panacea, no estaba del todo mal, a unas cuantas cuadras caminando se encontraba la Plaza de Armas en el centro de la ciudad.
Calle Santa Catalina, entrada al museo.


Al cuestionar a la chica de recepción, Silvana, por los tours organizados por el cañón del Colca, nos ofreció después de hacer unas llamadas y comprobar que no habían más turistas que nosotros dos, un tour privado con guía por 135 Soles cada uno, y quedamos con ella, en pasar a la tarde para confirmarlo.

Después de soltar las mochilas en la habitación y una rápida ducha, salimos de inmediato a explorar la nueva ciudad en la que nos encontrábamos.

Uno de los patios, en el interior del convento.














Arequipa, es conocida en Perú, como la “Ciudad Blanca” y es la segunda ciudad más grande del país andino, pero la primera impresión que nos dio al salir a la calle Ayacucho, donde estaba nuestro alojamiento, fue de ciudad vieja y caótica. Afortunadamente todo quedó en eso, una primera impresión, pues sin dudarlo afirmamos que fue, si no la mejor, una de las mejores ciudades que visitamos en todo el sur de Perú.

Uno de los callejones en el convento.

El estilo colonial de los edificios que descubriríamos en el centro, más el clima, cálido por el día, pero muy fresco al anochecer, hizo por momentos, que nos sintiésemos en nuestra ciudad Tinerfeña del adelantado, mi San Cristóbal de La Laguna natal.

Calle Burgos, en el interior del convento.








Después de preguntar a unas cuantas personas y ubicarnos un poco, tomamos una combi en dirección al distrito de Yanahuara, publicitado en las guías y en los mapas de la ciudad como el Balcón al Misti, por sus vistas panorámicas a un volcán, con un parecido más que razonable a nuestros ojos, con el Teide, a pesar de que éste sea aproximadamente 1.500 metros más alto que el emblema de nuestra isla.




Era sábado, y después introducirnos un poco en el ritmo con las personas de a pié de la ciudad durante el traslado en combi, llegamos a Yanahuara.

Nos apeamos en la plaza principal, donde una multitud de personas se agrupaban en una fiesta “bicicletera” que nos sacó una sonrisa interior sincera, pues otra vez más, aquí en Perú, era como si estuviésemos en nuestra propia casa, con un pueblo campechano, que tiene exactamente las mismas costumbres de sábado mañanero que nosotros, en un entorno de edificios coloniales de piedra, con balcones de madera, de colores, con vegetación y montañas al fondo, calcado a lugar de dónde nos hemos criado, en una pequeña isla a miles de kilómetros de aquí.
Se nos pasó buena parte de la mañana paseando entre la multitud, y una buena anécdota fue que un grupito de niñas nos pidieron ser filmados para un trabajito escolar. Aceptamos, y después de que nos hicieran unas cuantas preguntas simples sobre el reciclaje en nuestro país, entre sonoras risotadas, seguro que suspendieron el trabajo, pues les di en medio de la conversación, una pequeña lección de geografía, ya que ni siquiera habían oído hablar de las Islas Canarias.

Torres de la Catedral iluminadas al atardecer.
Tomamos combi de regreso al centro, y con las amables explicaciones de las personas del
“trasto-movil”, transbordamos hasta llegar al museo del monasterio de Santa Catalina, donde hicimos la visita de rigor a uno de los sitios emblemáticos de la ciudad. La entrada costó 35 Soles cada uno.



Este convento, en su interior, contiene una impresionante ciudadela laberíntica, repleta de callejones con nombres de ciudades españolas en las que perderse paseando durante horas, parando de cuando en cuando en los diferentes edificios, patios, jardines y celdas en las que vivían en clausura las monjas procedentes de acaudaladas familias españolas.
















Nos encantó la tranquilidad que disfrutamos en este recinto, y sacamos muchas y bonitas fotografías de un entorno que se presta a ello, pues dado su carácter religioso de clausura, proporciona un sentimiento un tanto misterioso.

De allí, caminamos unas cuantas cuadras hasta llegar por fin al punto que más nos gustó de la ciudad, la Plaza de Armas de Arequipa. Un lugar en el que vivimos unas cuantas jornadas, sintiéndonos como si estuviésemos en casa, quizás el sitio donde más. El mismo ambiente, el mismo estilo de vida pausado, y casi, las mismas costumbres que en La Laguna.


Un almuerzo en un caro restaurante de menús para turistas (20 Soles por menú) en una de las balconadas del gran edifico lateral de la plaza, e inmediatamente repuestas las energías, paseamos de agencia en agencia preguntando precios para la excursión por el cañón del Colca.
Después de regatear un rato en varias agencias, para grupos de 8 a 10 personas, llegamos a conseguir el tour por 120 Soles, así que decidimos volvernos al hostal, a dar con Silvana para el tour privado. Por el camino Marijose hizo una sugerencia:
- Asegurémonos de que ese precio que nos dan, es verdaderamente por un tour sólo para nosotros dos… -

Cuando llegamos al hostal, Silvana ya no se encontraba trabajando, en su lugar, un curioso larguilucho, blancucho y delgaducho extranjero calvo, pero con el grisáceo pelo que aún le quedaba, “a lo melenas”.

Comiendo helado de queso en el distrito de Paucarpata.

Bladimir era el nombre de este singular personaje de aproximadamente unos cincuenta años de edad, que según nos relató en una agradable conversación, era un trotamundos sin hogar, que vivía su vida viajando por el mundo, y cuando lo necesitaba, buscaba trabajo de lo que fuese hasta que tuviese dinero para poder continuar su camino.
Tanta curiosidad nos dio a nosotros este peculiar personaje de ojos azules, como a él, según sus propias palabras, la singularidad de mis rasgos faciales. A sus ojos, una mezcla muy curiosa, y algo de razón no le faltaba, ya que como le explicamos, los isleños canarios somos españoles mestizos, descendientes de muchos inmigrantes de diferentes lugares del mundo, entre ellos, sudamericanos, árabes, europeos, etc.


Al cuestionar a Bladimir por el asunto del tour, éste, llamó a la mujer de Víctor, el dueño del hostal, para que hablara con nosotros. Una bajita mujer morena de origen sudamericano, bajó de alguna habitación de las plantas superiores, donde supusimos que vivía, con cara de malas pulgas y un despeinado pelo alborotado.
 Nos explicó con cara de desdén y tono de desprecio, pensando que seriamos tontos o algo parecido, que normalmente, cuando no hay suficientes turistas para un grupo completo, lo que se hace, como sospechábamos, es pasar los clientes a algún grupo de otra compañía para completar un mínimo de unos 10 individuos.

Al observar la actitud de la señora, preferimos que Marijose fuese la que hablase, y cuando le replicó, que si las condiciones no eran las que nos habían dicho esta mañana, no nos parecía mal, pero que lo dijeran claramente y por supuesto, que nos hicieran el mismo precio que en las agencias de la calle Santa Catalina, 120 soles.

-  Ya… -

Contestó mascando chicle y poniendo cara de pasar de todo lo que le contábamos.
Panorámica de los volcanes que rodean Arequipa, sacada desde el cementerio de Paucarpata.
Bladimir, salió huyendo de allí, y Marijose, me hizo señales para que me tranquilizara, y se volvió a la estúpida, y comenzó a repetirle todo lo anterior, como si se estuviese dirigiéndose a un niño de 3 años para finalizar preguntándole:

- Ya, ¿Es tu respuesta? –
Ella se encogía de hombros dando a entender que le “resbalaba” todo lo que le decíamos, seguramente esperando a los típicos jovencitos que tragaran con todo, y volvió a repetir:
Emmm…ya…

-¡YA, NO, AHORA! –

Le espeté en voz alta con el mismo tono de desprecio que ella estaba empleando.

Mirador de Carmen Alto.
Se quedó bloqueada a ver mi reacción, y de inmediato cogió el teléfono y llamó a su marido, quién por teléfono le pidió que nos dijera que esperáramos a hablar con él más tarde, yo le dije que le respondiera a su marido que si él no tenía a nadie competente para atendernos en ese momento, que me iría con mi dinero a otra parte.
Marijose, harta también de “las caras” y la actitud de esa señora, se levantó de su silla y dirigiéndose a mí me dijo:
- Tienes razón. Nos vamos. –
Y nos fuimos, dejando plantada allí a la estupefacta antipática.

Calle Mercaderes.


Nos volvimos paseando tranquilamente hasta las agencias cercanas a la Plaza de Armas, y ya era tarde para salir esa misma noche, por lo que decidimos dejar la excursión al Cañón del Colca para el día siguiente, en el que recorreríamos los otros puntos de interés de la ciudad.
Regateamos de nuevo en las mismas agencias el precio por la excursión y dejamos pactado para mañana un buen precio de 110  Soles cada uno para el día siguiente.
Aún enfadados con la bobalicona del Hostal, comenzamos a preguntar en los diferentes hotelitos que hay en los alrededores de la Plaza de Armas, y después de haber entrado en unos cuantos antros, encontramos en la calle Mercaderes, el Uspalay, que por sólo 50 soles, nos proporcionaba una de las mejores habitaciones que encontraríamos en todo el viaje, y también la dejamos pactada para el día siguiente, ya que a nuestro pesar teníamos pagada la noche en el Andes House.





Terminamos el día paseando tranquilamente por el centro de la ciudad, deleitándonos observando a las personas disfrutar de su sábado por la tarde, dando de comer a la plaga de  palomas que hay en la Plaza de Armas, que utilizan como reclamo turístico las decenas de fotógrafos que persiguen a los turistas y descubrimos nuestro restaurante favorito de Arequipa, justo en el callejón de detrás de la Catedral, donde cenaríamos a partir de ese día todas las noches que pasamos en la ciudad, unos buenísimos menús de 15 Soles, con nuestro "matecito" de coca.
Al regresar al Andes House, Bladimir y Víctor jugaban tranquilamente una partida de ajedrez. Al vernos entrar, ambos se levantaron y amablemente me invitaron a jugar una partida con ellos, seguramente por hacer un poco las paces por el conflicto con la mujer de Víctor, sonrientemente, decliné la invitación, con la excusa de que teníamos que levantarnos temprano.

Al levantarnos por la mañana, dejamos las mochilas preparadas y salimos a la azotea, donde tenían acondicionada una cocina y una mesitas con sombrillas para servir los desayunos.
Bladimir, que nos atendía, nos preguntó en su particular acento, por lo que iríamos a hacer ese día, a lo que le contestamos, que primeramente, irnos después del desayuno a otro hotel, y después a pagar la excursión al Cañón del Colca a una agencia.
Enseguida, dejó lo que estaba haciendo, y tomó asiento con nosotros en nuestra mesa. Se disculpó por haber llamado a la mujer de Víctor, a la que definió como un problema constante por su actitud, y que lo sentía mucho porque le habíamos caído muy bien. Nos invitó a que no nos fuéramos, ya que había hablado con Víctor y se esforzarían en que nos sintiésemos bien. Yo le contesté, que sintiéndolo mucho, al ser nosotros personas de palabra, ya se la había dado a otras personas y no podíamos incumplir.
Charlamos durante el desayuno de varias e interesantes cosas con ese “resabiado” y amable personaje y cuando terminamos, nos despedimos de él con un emotivo apretón de manos deseándonos mutua suerte en nuestros respectivos caminos.

Iglesia de Santa Ana de Paucarpata.

Con nuestras mochilas a la espalda, caminamos tranquilamente hasta nuestro nuevo alojamiento en Arequipa, y a pesar de que aún era muy temprano, la recepcionista del Uspalay, nos dejó ocupar nuestra nueva habitación, donde aprovechamos el wifi para comunicarnos mediante emails con familiares y amigos, y cuando estuvimos preparados, salimos a la calle para explorar más lugares de la ciudad.
Lo primero que hicimos, fue dirigirnos al museo de Santury, para conocer a “Juanita”, la momia de una bella niña inca, de unos 12 o 14 años de edad, sacrificada hace más de 500 años en el volcán Ampato, de unos 6.380 metros de altitud.
Esta visita, a pesar del gran hallazgo y de las posibilidades que brindan a la ciencia, nos dejó un mal sentimiento, pues la historia de la muerte de ésta y otros muchos niños en esa época, a pesar de haber sido elegidos para alcanzar la divinidad, a nuestros ojos, es bastante triste.

Terrazas de origen Inca en Paucarpata.

A la salida del museo, decidimos ir a las afueras, hacia otro de los puntos marcados para la visita en Arequipa, así que tomamos varias combis, preguntando a la gente, para alcanzar la zona de Paucarpata, donde se supone que hay unas terrazas de cultivo de origen inca.

La gente de la combi, nos avisó mal, suponemos que por mal entendimiento y nos bajamos en un barrio donde no había nada que ver salvo la típica fiestecilla de barrio de los domingos por la mañana. Preguntando a los tímidos lugareños conseguimos orientarnos. Nos explicaron que la zona que buscábamos se encontraba a unos 5 kilómetros de distancia, así que empezamos a caminar en la dirección que nos indicaron bastante contrariados.

Una vieja furgoneta paró a nuestro lado, para descargar pasajeros y preguntamos al conductor si nos podría llevar cerca.
- ¡Claro! un Sol cada uno - ¡Ok! –
Nos dejaron en el cementerio que hay a la entrada del pueblo, donde una joven vendía los nombrados helados de queso, que degustamos sin parecernos nada del otro mundo.
Las terrazas de agricultura, si no supiésemos de su origen inca, no serían nada del otro mundo a simple vista, y en el pueblo, aparte de una pequeña iglesia, la tranquilad y unas buenas vistas a los volcanes, no tiene nada especial.
Almorzamos tranquilamente en un restaurantucho un menú de 7 Soles, que sinceramente no estaba nada bueno y paseamos relajadamente por los alrededores.
Preguntando cómo retornar al centro, conocimos a un amable joven llamado Darwin, que nos indicó la combi de regreso y nos acompañó durante el trayecto dándonos conversación.

 Lo que hicimos nada más llegar al centro, fue intentar tomar otra combi que nos llevara al mirador de Carmen Alto, también muy nombrado en los diversos recorridos turísticos que ofrecen por la ciudad, pero como era domingo éstas escaseaban, así que paramos uno de esos diminutos taxis amarillos que pululan por la ciudad y por 6 soles nos subió hasta el mismo.
El mirador de Carmen Alto, se encuentra un poco más arriba del distrito de Yanahuara, que ya habíamos visitado el día anterior en la mañana, y sí que posee unas hermosas vistas a los volcanes que rodean a Arequipa.
Después de un rato contemplando el panorama, nos volvimos en otro mini taxi hasta el centro, donde fuimos a confirmar y pagar la excursión al Cañón del Colca, para esa misma noche.
En la agencia, mientras arreglábamos todo el papeleo con la empleada, nos presentó al que sería el conductor del minibús que nos recogería esta noche. Ella le dijo que nos tenía que recoger a nosotros primero, pero él no parecía hacer mucho caso al estar entretenido “besuqueándose” con la otra empleada de la oficina, y a nosotros, nos recalcó, que esperásemos a las 3:00 a.m. puntuales en la Plaza de Armas.

Niño rodeado por las palomas en la fuente de la Plaza de Armas.

La anécdota de lo que quedó de esa tarde, mientras paseábamos por la Plaza de Armas, es que habían acondicionado enfrente justo de la Catedral, un enorme tinglado con una pantalla gigante para seguir el partido de fútbol clasificatorio para el mundial de Brasil, entre las selecciones de Perú y Colombia, y mientras cenábamos en el callejón trasero en nuestro restaurante favorito oíamos como la multitud gritaba, pasando del algarabío por la ilusión al de la desilusión cuando finalizando el partido, Colombia les ganaba el partido gracias a un gol en los últimos minutos del partido.

  


















Dando un pequeño salto en el tiempo, al regresar del Cañón del Colca, el miércoles, también lo dedicamos a pasear por la ciudad de Arequipa, recuperándonos del duro “trote” de la excursión de dos días por las montañas, por otros puntos de interés en el centro, entre ellos, varias iglesias, como la de La buena Compañía o la mismísima Catedral, así como una visita al interesante mercado principal de la ciudad.

Incuídas las del artículo, aquí abajo dejamos una pequeña selección de 107 fotos nuestras en Arequipa:

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