martes, 2 de octubre de 2012

El Cuzco (y sus alrededores)

La Catedral, plaza de Armas de Cuzco, el día de Corpus Cristi.

Después de pagar 2 Soles cada uno, por motivo del impuesto “revolucionario” de las estaciones de autobuses, a las 20:00, puntual, partió el nuestro con dirección al Cuzco.

Al medio día, en las proximidades del mercado central de Arequipa, habíamos almorzado en un “chifla”, uno de esos restaurantes de comidas rápidas que fusionan la comida china con la sudamericana. En realidad, en lo que más se parecen es en la suciedad y la poca higiene, pero hay que admitir, que pesar del aspecto, la comida es buena de sabor.

Lo que sucedió, es que como a Mari, no le entusiasmó la Chicha morada que nos sirvieron junto a la comida, yo me la bebí casi por completo, una jarra de un litro, y a pocos minutos del embarque en el bus, produjo un devastador efecto en mi estómago.



Todavía hoy me rio de la prohibición de usar el baño del autocar, excepto como urinario únicamente, y es que me pasé toda la noche yendo y viniendo de mi sillón al baño. Gracias a que el trayecto fue nocturno, los pasajeros casi ni se enteraron del tufo con que los obsequié, aunque yo bromeaba con la pobre Marijose, a quién casi no dejé dormir, con que en teoría, estaba cumpliendo con la norma, pues era como si estuviese orinando, aunque fuese por otro orificio de mi anatomía.












Bromas aparte, entre ese asunto y el frío, pasamos una muy mala noche en el bus, se nos hizo eterna, hasta que llegamos a la estación de Cuzco a las 06:00 a.m.
Mientras Marijose se encargaba de nuestras mochilas, yo me encargaba de “marcar” el nuevo territorio en el retrete de la estación.
Puesto de feria vendiendo Chiriuchu.

Durante mis idas y venidas al baño, se me presentó un señor, de nombre Dante López, que nos ofrecía alojamiento, y dada mi situación estomacal, después de negociar un poco con él, aceptamos acercarnos con él e ir a inspeccionar el hostal que nos ofrecía. No nos pareció mal, y nos alojamos allí, en el no muy bien ubicado, pero de más que razonable calidad precio, Hostal Urpi, por unos 60 Soles con desayuno incluido.
 















Después de un par de visitas más al “trono”, cuando ya me noté en condiciones de aguantar un poco, decidimos salir a la calle a explorar la nueva ciudad en la que nos encontrábamos, y nos sorprendimos, pues si Arequipa tenía un aire muy familiar con nuestras ciudades canarias, Cuzco, lo tiene aún más, salvo por una peculiaridad que la hace inconfundible, sus calles adoquinadas bordeadas con sus casas de estilo colonial, con techos de tejas y balcones de madera, que se asientan de mitad hacia abajo, sobre antiguos muros de enormes piedras grises, talladas y encajadas ni más ni menos que por los mismísimos Incas.
Iglesia de Santo Domingo, sobre el muro Inca del Qoricancha.

Encima, para más inri, sin saberlo, habíamos llegado en plena celebración del Corpus Cristi, con lo que ya estábamos alucinando con las semejanzas. Si La Orotava, en el norte de Tenerife, por dar un ejemplo claro, tiene en esta fiesta, una gran repercusión a nivel europeo por lo exótico de sus celebraciones, Cuzco, la tiene aún más a nivel de todo el continente americano, y es que aquí, el Corpus, se celebra con más pasión, devoción y pomposidad si cabe, mezclando de manera única la religión cristiana con las raíces andinas de sus moradores.
 Cuzco, está situada a aproximadamente 3.400 metros de altitud, y es por eso, que el clima que sufrimos, a pesar del sol que hacía, fuese muy frío. Además, entre los problemas que arrastraba yo con mi estómago y los dolores de cabeza que empezó a padecer Marijose, podemos afirmar, que sufrimos algo de “soroche” o mal de altura. Tampoco, es que fuese algo muy grave, pero la falta de oxígeno sí que la empezamos a notar seriamente. Algunas veces, por las noches, durmiendo, nos llegamos incluso a despertar asfixiados por la falta de oxígeno del aire que respirábamos y para nada son exageraciones.
Después de un primer contacto bastante agradable con la gran multitud de personas que seguían el ritual de sacar las imágenes de las Vírgenes de la Catedral de la Plaza de Armas, nos pusimos a callejear por los alrededores del centro de la ciudad y nos tropezamos como gran anécdota de esa mañana, en la Plaza de San Francisco, con un festival gastronómico del Chiriuchu.
El Chiriuchu, como nos explicaron las señoras que lo vendían, significa algo así como “ají frío”, aplicable en este caso a “comida fría”.
Una multitud de puestitos ambulantes de gente sencilla, lo ofrecían, y consistía básicamente en un plato compuesto por: algas marinas, cuy, gallina, tortilla de maíz y queso (de llama o alpaca, aunque no estamos muy seguros).
Resultaba muy vistoso y exótico, ver como colocaban a los cuys ya asados (conejillos de india, o curieles en Canarias), de tal forma que parecieran estar vivos, mirándote mientras te enseñaban sus dientitos. Una decepción del plato, fue la tortilla de maíz, que si bien, “te entraba por los ojos” por su color y textura similar a una buena tortilla con cebolla y perejil, solamente tenía sabor a harina de hacer arepas.
  
Al poco de estar probando “chucherías” en la feria, mi estómago empezó a quejarse nuevamente, por lo que tuvimos que hacer una excursión a buen ritmo hasta nuestro alojamiento, que no estaba precisamente cerca, pero tuvimos la suerte de que por el camino, en la avenida del Sol, que nos quedaba de paso, localizamos un supermercado, donde nos aprovisionamos de algunos bollos, galletas y comida de ese estilo, de algún modo “espesante” para mi estómago, y de caramelitos de coca y similares para la cabecita de Marijose.
Nada de aquello fue muy efectivo que digamos, para ninguno de los dos.
¿De dónde proviene la vid peruana?


De nuevo en el hostal, nos tropezamos con el Señor Dante López, quién por la mañana nos había ofrecido unos paquetes de actividades que realizar por Cuzco, y dado que nos había caído muy bien, decidimos comprarle algunas cosas.
Para empezar, esa misma tarde, nos alistamos en un tour de unas cuantas visitas por los alrededores de la ciudad, y para mañana, dejaríamos el Valle Sagrado de los Incas, pero con una condición, nos quedaríamos en Ollantaytambo, no regresaríamos todavía a Cuzco.

Desde allí, tomaríamos el tren hasta Aguascalientes, para atacar el Machu Picchu en la jornada del siguiente día.


El señor Dante se alegró de que le compráramos tantas cosas, es más, casi aseguraríamos que yo le había caído en gracia por mi manera de bromear con él. Cuando tratábamos algún tema, todo el tiempo estábamos cambiando de conversación, él me preguntaba cosas y yo le contestaba extensamente, mientras Mari nos devolvía a la realidad:
- ¡A ver chicos, céntrense, estábamos negociando ésto…! –

Dante, nos llevó en su auto hasta la estación de trenes de PerúRail, donde compramos los abusivos billetes de tren desde Ollantaytambo hasta Aguascalientes, (43 USD ida, 46 USD vuelta), de allí, nos trasladó hasta la oficina donde venden los más abusivos aún boletos turísticos (130 Soles cada uno, 10 Soles cada uno la entrada al museo del Qoricancha, 128 Soles cada uno por el boleto de acceso al Machu Picchu…se pasan un par de pueblos…).
Dejamos también resueltos con él, unos cuantos detalles, como el tema de la movilidad de vuelta desde Ollantaytambo hasta Cuzco, junto con una noche más de alojamiento para ese día, y pactamos también, mirar con él, la manera de continuar nuestra ruta hasta el siguiente punto, Puno y el Titicaca, cuando hubiésemos terminado aquí…

Los alrededores de Cuzco.
Muro Inca del Qoricancha.

El tour de la tarde lo comenzábamos en la iglesia de Santo Domingo, situada en la avenida del Sol, para acceder al museo del Qoricancha.

Hasta la puerta de la iglesia nos acercamos a pie, hasta que un guía nos localizó y reclutó para su grupo. Nos mantuvo un rato a la espera, sentados en un lateral de la fachada de la iglesia, en la que nos entretuvimos jugando con unos pequeñines de no más de dos añitos, que como de costumbre, se sentían atraídos por mí, aunque uno de ellos, más que por mí, por las barbas que lucia durante este viaje, y el muy pilluelo no hacía sino tirarme de ellas, mientras yo le ponía “caras” que lo “mataban” de risa.
 











Una vez el guía localizó a los integrantes del grupo, penetramos en el edificio. Lo primero que nos explicó, y repitió como unas mil veces era el significado del nombre Qoricancha: Qori = oro, Cancha = recinto.

En realidad, prácticamente lo que queda de ese “patio de oro” que durante la época Inca estuvo recubierto de oro, son los cimientos sobre los que se construyó la iglesia, unos enormes bloques de piedra Inca, y algunas cámaras, sobre las que descansan arcos y dinteles donde apoyaron la estructura del nuevo edificio.

El enorme muro Inca que se puede apreciar tanto desde dentro y desde fuera, tiene una parte que supuestamente se utilizó como observatorio astronómico, y como anécdota curiosa, ha soportado todos los terremotos violentos que ha sufrido la región, mientras que todo lo que se le construyó o encima, no, al igual que las cámaras interiores, forradas de yeso por los cristianos, se desvistieron de él durante esas sacudidas, pero permaneciendo intactos ellos mismos, sin padecer daño alguno, lo que nos da una dimensión de cuán calculado tenían los Incas sus construcciones.

La segunda parada de la tarde, sería en las ruinas de Saqsayhuamán.

















Antes de tomar el pequeño autobús que nos conduciría hasta allí, los pocos integrantes del grupo, comenzamos a sufrir las molestias ocasionadas por las continuas y largas tardanzas de una mujer, que junto a su marido y su malcriado e incordiante bebé de 12 0 13 años y 80 kilos, nunca llegaban al autobús, a la hora indicada por el guía, y acabó cansando a más de uno a lo largo del tiempo que duró la excursión. Todavía veo la cantidad de fotografías y vídeos que me estropeó ese mocoso y me vuelven a dar ganas de darle una colleja tanto a él como a sus padres...

El recinto de Saqsayhuamán fue para nosotros el mejor aperitivo posible para lo que se nos venía encima esos días.

Ya habíamos visto imágenes suyas en nuestros programas favoritos de viajes en televisión, y estar aquí, nos proporcionaba una emoción fantástica, un plus, que por momentos nos olvidamos de la altitud, de la falta de oxígeno y de mis problemas de estómago, y nos concentramos en disfrutar de la enormidad de los gigantescos bloques de piedra que conforman el entorno de este recinto.
Los bloques de piedra de muchos de los edificios de Cuzco, entre ellos la majestuosa Catedral de la Plaza de Armas, fueron saqueados de éste sitio, por lo que hoy en día no se pueda apreciar en todo su esplendor, pero aun así, la enormidad de los bloques de este recinto, hace imaginar la potencia de este emplazamiento, que según nos explicó el guía, en su día, tendría la forma de la cabeza de un puma, uno de los “animales divinos” para los Incas, igual que el cóndor y la llama.

Antes de proseguir nuestro camino, una nueva tardanza de la oronda y morena señora, provocó las quejas de algún turista, por lo que el guía, por la megafonía del autobús, recalcó que si no se estaba de vuelta en la guagua puntual, llegaríamos de noche a los últimos puntos, por lo que no podríamos verlos bien.
Una breve parada en Q´engo, que no es sino una enorme piedra rodeada de escalinatas y muros, con una cueva en su parte inferior, con altares esculpidos en la roca.

Nueva parada en Tambomachay, y nuevamente tardanza de nuestros “amigos”, entretenidos esta vez en comprar “choclos” (piñas de maíz hervidas, con un trozo de queso de llama) y aquí ya sí que el resto de compañeros les llamaron la atención con sonoras protestas.

 











Este emplazamiento está situado a gran altitud, aproximadamente a 3.800 metros, por lo que según nuestro guía, en tono de humor, afirmó que hasta el cóndor padece “soroche”. 

Es por esto, que los apenas 300 metros que hay que recorrer para llegar a este bonito sitio, también llamado la “Fuente del Inca”, se hacen pesadísimos, y mientras uno camina arrastrando los pies debido a la falta de oxígeno, hay que hacer caso omiso de la gente del lugar que ataviados con trajes típicos y acompañados por llamas, te llaman para que les saques la fotito de rigor por unos pocos soles.


Una vez más, la estructura de este sitio, la ingeniería tan espectacular empleada para transportar del agua a través de una red subterránea de canales, la manera en la que cortaban los bloques de piedra, “casándolos” tan perfectamente, que entre las juntas no cabe ni un alfiler, nos deja asombrados y maravillados por la perfección Inca de sus construcciones.


La penúltima parada de la tarde se hizo en Pukapukara, tal vez el sitio menos espectacular de todos los que visitamos, o puede que tal vez nos lo pareciera por que llegamos prácticamente de noche al lugar.










En cualquier caso, el guía, muy enfadado, se encargó de dejar claro por la megafonía del autobús, quienes eran los culpables de que no hubiésemos llegado con más luz a este lugar, la familia tardona, así de claro lo dijo al mismo tiempo que pedía disculpas a los demás.
La última parada que se hizo en ese pequeño tour, fue en la típica tienda para turistas de carretera, donde Marijose se hizo con su anhelado “chullo peruano”, ese gorrito típico, y algunas “chorraditas” de recuerdo.
Al finalizar la excursión, el bus, nos dejó en la avenida del Sol, enfrente de la iglesia de Santo Domingo, y de camino que bajábamos a nuestro hostal, nos encontramos en esa misma calle, el Centro Nativo de Danza y Música de Cuzco, también incluido en el boleto turístico, así que como era casi la hora del espectáculo, por amortizarlo, entramos a verlo.
Yo siempre digo que nosotros somos un poco “burros” para el tema de los museos y esas cosas, y pedimos disculpas por ello, pero sintiéndolo mucho, tengo que decir, que el show, nos resultó algo largo y cansino, exactamente supongo, que cuando un alemán está observando nuestras danzas y músicas del folclore canario, y salvo algunas piezas, lo que normalmente se oía de los turistas allí presentes, no eran sino bostezos.

Excepto la pieza final, que ya no iba de danza folclórica, sino un baile con canción y música de origen hispana, más propia de la charrería mexicana, que esa sí que despertó al público, en su mayoría anglosajón, y le arrancó unos sonoros aplausos, tanto por lo magistral de la ejecución como por la espectacularidad de los pasos, sobre todo del bailarín.
   Poco más pudimos hacer ese día, ya que mi estómago seguía haciendo de las suyas, tanto fue así, que de camino al hostal, nos aprovisionamos y cenamos en nuestra habitación, para no tentar más a la suerte y que no se diese la circunstancia de que no hubiese un baño cerca.

Dando un pequeño salto en el tiempo de unos tres días, tuvimos ocasión de visitar otros puntos de interés en la ciudad de Cuzco al día siguiente de volver del Machu Picchu, nuestra más inmediata parada en “nuestra ruta con los gringos”.

En el día que aprovechamos para descansar un poco antes de reemprender el camino en dirección a Puno, relajándonos mientras paseábamos tranquilamente las calles del centro, visitando algunos puntos más de los marcados en el “boleto turístico”, con ánimo de amortizarlo un poco, como por ejemplo, el centro artesanal, donde degustamos por primera vez la carne de alpaca que tiene un excelente sabor, a medio camino entre la carne de cerdo y la de ternera, algunos museos con preciosos patios de estilo colonial, como el Municipal de Arte contemporáneo, o el Histórico Regional (donde se lee bien clarito de dónde reconocen que les proviene la uva para elaborar el vino...sí sí, de Canarias), el del Sitio del Qoricancha, asistimos a una simpática obra de teatro callejero en la Plaza del Regocijo, visitamos las principales iglesias…vamos, que como decimos aquí en Canarias, le dimos un “completito” a la ciudad. 

Abajo, nuestro resumen fotográfico de Cuzco, en sólo 99 fotografías:

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