lunes, 22 de octubre de 2012

La Ruta del Sol. De Cuzco a Puno.


A pesar de habernos acostado tan tarde, seguramente debido al ritmo que llevábamos, nos levantamos muy temprano.
No del todo, pero más descansados que anoche, más una buena ducha y el desayuno, hicieron que hoy viésemos las cosas con otra perspectiva.

Lo que primero hicimos, fue hablar con el chico que había hoy en recepción, para que nos prestase alguna herramienta con la que romper los candados de las mochilas. Nos trajo a la habitación un pequeño trozo de sierra metálica, y con eso y un poco de paciencia, nos apañamos para “liberar” nuestras pertenencias.


 
Antes de salir a pasear por último día en Cuzco, nos tropezamos con el señor Dante, que entraba al hotel con dos nuevos clientes. Cuando nos vio, se apresuró a devolvernos el dinero por el transporte no realizado anoche desde Ollataytambo a Cuzco, puede que por miedo a que le “montásemos un pollo” delante de sus nuevos clientes, y nos pidió que lo esperásemos un poco, para disculparse en condiciones. Cuando lo hizo, realmente nos pareció sincero, así que aunque en un principio nuestra intención no fuese comprarle nada más, al final, le pedimos que nos consiguiera un buen precio, por una manera que habíamos encontrado de llegar hasta Puno, la siguiente parada en nuestros planes, para acceder al lago Titicaca.

 
La manera de movernos hasta Puno, de la que nos habían hablado otros viajeros, no era ni en bus nocturno ni en el público, como habíamos hecho hasta ahora, sino que era por medio de varias agencias de turistas, que se han sacado de la chistera, unos “buses turísticos”, que a lo largo de unas diez horas, van haciendo paradas por puntos de relativo interés, desde una ciudad hasta la otra, en ambos sentidos, así que en lugar de un tedioso traslado, por lo menos, vas viendo algo por el camino.

 
 
 
La compañía con la que más descuento nos pudo hacer el señor Dante, llamando por directamente por su celular y regateando el precio delante de nosotros, fue con la Wonder Perú ( web: www.wonderperuexpedition.com), y le dejamos reservados nuestros asientos para la mañana del siguiente día.

Era domingo, y como ya comentamos en el artículo de Cuzco, ese día lo dedicamos a pasear tranquilamente, a nuestras anchas, por la casi desértica zona centro de la ciudad.

Como anécdota, comentar que encontramos junto a una cafetería de la calle Heladeros, una ferretería abierta, donde pudimos reponer nuestros candados para las mochilas.


A la mañana del día siguiente, justo antes de partir, a temprana hora, nos pillamos dos nuevos enfados monumentales. Primero con la ducha, que como no, a pesar de la publicidad de siempre de agua caliente 24 horas, tenían una vez más el calentador desconectado, y segundo que antes de bajar a desayunar, nos apareció apresuradamente el señor Dante, diciéndonos que se había equivocado con la hora de salida del transporte y que tendríamos que salir ya, corriendo y sin desayunar, por lo que después de que Marijose me contuviese, bajó hasta recepción advirtiendo tanto al señor Dante como al recepcionista, que les hablaba ella, para evitar en todo momento que fuese yo el que lo hiciera con el enfado que tenía, así que resolvió pagarles 10 Soles menos por habitación y noche, cosa que aceptaron sin mucha discusión.
 


A pesar de los enfados de los últimos días, tanto en el de a la vuelta del Machu Picchu, como éste último, entendemos que no todo fue a causa del señor Dante, así que si algún día van por Cuzco y se tropiezan con él, no duden en aceptar sus servicios. Podemos facilitar su email y teléfono, contactando con nosotros por ejemplo mediante este mismo blog.


En el moderno autocar de la compañía, en el que viajábamos junto a tres parejas “sesentonas” de italianos, y otra canadiense, similar a nosotros en cuanto a edad, con lo que estuvimos muy cómodos, sobrados de espacio, hasta que después de casi dos horas de trayecto, hicimos nuestra primera parada.

Andahuaylillas.

Este pueblo de calles adoquinadas no tiene mucho que ver, salvo la principal atracción que es la iglesia.
 
Nosotros la encontramos en plena faena de reconstrucción y mantenimiento, por lo que tanto la fachada exterior como en el oscuro interior, la tenían completamente invadida por los andamios de construcción de los que nunca se hablan cuando llegas a cualquier atracción turística del mundo, y que tanto “joroban”.

 
 
 
 
 
 
Como ya nos esperábamos, por la experiencia que hemos adquirido en otros viajes, como en los de Asia, cuando se quiere comparar algún punto de interés con el verdadero, es porque no se le acerca ni en el más loco de sus sueños. Los peruanos, afirmaban que esta iglesia, era la Capilla Sixtina Sudamericana...decimos nosotros, que eso será porque no han visto la verdadera…
 
 Una iglesia pequeña, de techos altos con vigas de madera, un poco vieja y algo desvencijada, con ese encanto que tienen las construcciones modestas antiguas, con un interior barrocamente recargado de pinturas enmarcadas con retorcidos relieves de escayola bañada en oro, elaboradas por grandes artistas nacionales, que sin duda, era un bonito punto de parada para atraer a turistas, pero de ahí a lo que ellos venden va un abismo.

Las ruinas de Raqchi.


La siguiente parada de esa ruta, la hicimos en las ruinas de Raqchi, que se encuentran en distrito de San Pedro, a una altitud sobre el nivel del mar de 3.500 metros.

Raqchi, son las ruinas del templo Inca de Viracocha, y a su entrada, hay una bonita iglesia, en cuya plaza, frente la fachada principal, los lugareños tienen montado un “tenderete” con “chiringuitos” y música, para atender a los turistas.



 

A pesar de que realmente no hay tanto que ver, a nosotros, nos gustó mucho pasear entre estas ruinas. La pared central que es lo mejor conservado, junto con alguna enorme columna restaurada de piedra, dan una ligera dimensión de lo que pudo llegar a ser en su día este recinto religioso.  
 
Lo que no nos gustó en absoluto, es como el negocio del turismo lo ha corrompido todo, denigrando a la gente a simples mendigos, y es que todo lugareño que volvía de sus quehaceres en el campo, al cruzarse con nosotros, extendía la mano poniéndonosla delante de nuestras narices, y con cara de pena comenzaba a soltar una retahíla de lamentos en busca del dinero fácil del turista.

La tercera parada, a pesar de ser sólo las 11:30 de la mañana, fue para almorzar en un restaurante que la empresa turística tiene habilitado estratégicamente en la aldea Sicuani.

El almuerzo, tipo buffet, no estaba nada mal. Comimos de todo un poco, con mención especial a los bistecitos de alpaca, y nos sirvió para entablar un poco de simpática conversación con nuestros acompañantes italianos, desempolvando un poco nuestro ya casi olvidado idioma italiano.




Después del almuerzo, hicimos la siguiente parada en La Raya, un minúsculo pueblo situado a 4.335 metros de altitud, que hace las veces de frontera entre las regiones del Cuzco y la de Puno, en donde realmente no hicimos nada, excepto bajarnos del bus unos minutos, para soportar el viento gélido y pasar frío al lado de unas señoras, que sentadas en sus alfombras, exponían su mercadería esperando a las paradas que hacen los buses turísticos.




En el terraplén donde se detuvo el autobús, para que sacásemos la típica fotografía de los carteles limítrofes, sólo se divisaba una iglesia, una granja de llamas y una pequeña estación de trenes, donde una de las líneas del PerúRail, justo estaba haciendo su parada.
Todo ello, a los pies de enormes cráteres de los volcanes con nieves perpetuas, que se elevan a más de 6.000 metros de altitud de estas altiplanicies.





Pukara.

A nada menos que a unos 3.900 metros de altitud sobre el nivel del mar, se encuentra Pukara, donde hicimos la última parada de esta ruta antes de arribar por fin a Puno.
Patio del Museo de Pukara.

Allí, nos acercamos a ver unas nada interesantes ruinas preincaicas, y luego fuimos a visitar un pequeño museo, antes de dar un pequeño paseo por la plaza principal de la zona.

Toritos típicos en los tejados de Pukara.






Sin más paradas, nuestro bus continuó su camino, pasando por el centro de la horrible y caótica ciudad de Juliaca, conocida aquí como la pequeña Saigón, al ser un centro importante de mercadería de importación ilegal desde Bolivia a través del Titicaca.




Iglesia de Pukara.



Las imágenes que pudimos ver desde la ventanilla de la guagua, realmente nos evocaron a las ya conocidas por nosotros en Asia, con calles polvorientas repletas de vendedores ambulantes de todo tipo, cientos de moto-taxis azules que correteaban sorteando el numeroso y destartalado tráfico, como si fueran pulgas…

A última hora de la tarde, comenzamos a divisar las aguas del lago Titicaca, proporcionándonos el pequeño ataque de euforia que se siente cada vez que conquistamos un nuevo territorio. Hasta que el autobús, se detuvo en la estación de autobuses de Puno.
Calles de Jualiaca.



En la estación de autobuses, nos estaba esperando una joven, que se nos presentó diciéndonos que el señor Dante la había llamado por teléfono, para que nos ofreciera alojamiento, así que tomamos un taxi con ella y nos dirigimos hasta centro de Puno.


 A sólo unos pasos de la calle peatonal principal, Jirón Lima, nos ofreció un modesto alojamiento, el hotel Arequipa, situado en la calle del mismo nombre, por los 60 Soles la noche, que fue el precio medio que pagamos en Perú por los alojamientos.


Nuestra primera visión de las aguas del Titicaca.



En la misma habitación, la chica que nos esperaba en la estación junto a su novio, enamorados, como se definieron ellos mismos ante mis indiscretas preguntas, nos hicieron varias ofertas por las excursiones a realizar en esa zona del mundo. Las rechazamos amablemente todas, excepto la del tour de dos días por las islas peruanas del Titicaca después de un duro regateo. Averiguamos días después, preguntando a otros turistas, que habíamos salido muy bien parados con el precio que Marijose había conseguido en comparación con el resto, ni siquiera si lo hubiésemos montado por nuestra cuenta nos habría salido más barato.


 Esa tarde-noche, la dedicamos a pasear un poco por el centro de la nueva ciudad, pero realmente Puno no tiene mucho para hacer, excepto recorrer la pequeña calle peatonal del centro, la Jirón Lima, donde encontramos un pequeño restaurante para cenar, que sería nuestro sitio favorito para comer cada vez que volvimos aquí.

Nuestro pequeño resumen de nuestro trayecto desde Cuzco a Puno en 72 imágenes:

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